La mayoría de los estados modernos se desarrollaron según el proceso enunciado, pero algunos se vieron corrompidos por las élites locales, que dificultaron su formación al ver su constante pérdida de poder. En éstos casos el estado resultante se vio mal o poco estructurado, tornándose débil en relación a los que lograron constituirse satisfactoriamente. En aquellos que el proceso se desarrolló sin muchos problemas, el rey se convirtió en la máxima autoridad y se crearon instituciones políticas, económicas y militares.
El ejército pasó de ser señorial a ser estatal, mantenido con fondos estatales y buscándose que fueran nacionales, permanentes y profesionales. Por ello, comenzaron a ser cuerpos armados cada vez más estables al servicio exclusivo del monarca. Su función era el de buscar la estabilidad interior del estado y la hegemonía en el exterior. Sin embargo, todavía dominaban en el ejército moderno los mercenarios, que no luchaban por la patria sino por dinero. Este predominio mercenario en los ejércitos comenzará a decaer tras la Paz de Westfalia. En cuanto al generalato, oficiales y la soldadesca, éstos aprendían sobre la marcha de los combates y sobre el terreno, ya que las academias militares no se crearían hasta el siglo XVIII. Lo que si fue un rasgo de modernidad fue que poco a poco los ascensos dentro del ejército se fueron asociando más a los méritos profesionales que al origen social de los individuos. Tecnológicamente, la evolución más importante del ejército fue el espectacular desarrollo de la artillería.
La diplomacia tuvo a dos figuras representativas: los cónsules y los embajadores.
Se tendió mucho al establecimiento de una diplomacia permanente que se organizó en cancillerías que contaban con sedes fijas al lado de los monarcas. Entre las principales misiones de los diplomáticos estaban el informar sobre el estado de las demás naciones, la negociación y el espionaje.
Se tendió mucho al establecimiento de una diplomacia permanente que se organizó en cancillerías que contaban con sedes fijas al lado de los monarcas. Entre las principales misiones de los diplomáticos estaban el informar sobre el estado de las demás naciones, la negociación y el espionaje.
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